El mandala fértil que planeamos hacer
entre Cata Villamizar, Nathaly Jiménez,
Paola Puerto y yo, Silvia Castro Mejía,
sufrió tremenda transformación.
Lo habíamos querido reservar
para conmemorar el trato dulce con la mujer
a cambio del trato violento
que se ha perpetuado por años y años
en la humanidad.
Pero ese día llovío y tocó posponerlo.
La vida siempre es así.
Nos sorpende.
A veces nos arrebata de las manos
lo que planeamos y programamos.
Y nos tiene reservadas situaciones
que ni siquiera imaginamos.
Habíamos reprogramado el mandala fértil
para el martes 10 de diciembre,
en el Parque Nacional al mediodía.
Pues bien, el lunes,
un día antes de su realización,
para el martes 10 de diciembre,
en el Parque Nacional al mediodía.
Pues bien, el lunes,
un día antes de su realización,
Pao propuso que nos trasladáramos
a la Plaza de Bolívar,
para así poder unirnos
a la voz de protesta de muchos
que consideran la decisión del procurador
una cosa absurda y sin sentido.
Casi un chiste.
Casi un chiste.
Todas estuvimos de acuerdo.
Las manifestaciones pacíficas son terreno fértil.
Y arrancamos.
Primero hicimos el boceto con tizas de colores
Primero hicimos el boceto con tizas de colores
Nathaly y yo
junto con Marce, una amiga cercana.
Victor Manuel, un señor que se encontraba por ahí,
estaba empeñado en participar
e iba haciendo trazos por doquier,
sin respetar del todo el boceto.
Natali, otra colaboradora,
iba transformando de manera sutil y respestuosa
los trazos de Victor.
Lo iba persiguiendo todo el tiempo
con un cartón húmedo en las manos
diluyendo los dibujos rebeldes...
Algunos otros transeúntes de paso se unieron,
recuerdo en especial a Jimy.
diluyendo los dibujos rebeldes...
Algunos otros transeúntes de paso se unieron,
recuerdo en especial a Jimy.
Cuando ya teníamos las líneas principales del dibujo
decidimos empezar con el mandala humano.
Marce ya se había ido.
Pero estaba con nosotros una amiga suya, Boeri.
También un desconocido, al que le vimos la pinta
de tener la actitud para participar.
Se unió sin resistencia y con alegría
cuando nos dirigimos a él para invitarlo,
su nombre era Julián.
cuando nos dirigimos a él para invitarlo,
su nombre era Julián.
Victor Manuel se trajo, por sugerencia nuestra,
a tres amigos suyos que andaban por la zona,
David, Julio y Claudia.
David, Julio y Claudia.
Y nos ubicamos en lugares específicos
del mandala hecho en tiza
para hacer también un mandala
con nuestros cuerpos en el espacio.
Nathaly, una vez más,
estuvo a cargo de la dirección.
del mandala hecho en tiza
para hacer también un mandala
con nuestros cuerpos en el espacio.
Nathaly, una vez más,
estuvo a cargo de la dirección.
Los primeros movimientos
eran para ser ejecutados individualmente.
eran para ser ejecutados individualmente.
Después nos agrupamos de a parejas.
Ella nos retó a organizarnos
con una persona no conocida previamente.
Eso fue difícil, por el contacto físico,
e increíblemente hermoso, por el aprendizaje.
Y bueno, como ya lo dije alguna vez,
explicar uno a uno los movimientos que dirige Nathaly
no tiene sentido alguno, hay que vivirlo.
Síntesis: lo disfrutamos, la pasamos bien,
sacamos todas nuestras rabias y rencores,
dimos más espacio a las buenas vibras,
y pudimos trascender nuestras trabas mentales.
"...Es que yo no soy elástico,
es que yo soy muy tieso..."
Además de los participantes ya mencionados
otros curiosos que iban pasando
se unieron de manera natural
casi sin preguntar,
simplemente basándose en la observación
de nuestros movimientos
y motivados por nuestras palabras,
"...Adelante, cualquiera que quiera
puede hacer parte del mandala..."
Boeri, por iniciativa propia,
había llevado tierra y hojas secas.
Las añadimos al dibujo en tiza.
Nathaly repartió papelitos con unas intenciones fértiles
que ella, Cata y yo habíamos redactado
para así despedirnos y dar por terminada la actividad.
Pero luego,
tras haber almorzado y recargado energías,
volvimos.
Porque Carolina, otra amiga cercana,
y Pao acompañada de su retoño
que lleva por nombre Adán,
tenían la intención de hacer parte del mandala
y no habían alcanzado a llegar.
En el camino de regreso
nos cruzamos con Diego y Javi
otros colegas mandalísticos.
Iban con los tambores a cuestas
para participar de la actividad en la plaza.
Ya no estaba la tierra, tampoco las hojas secas.
No sabemos si fue una escoba
o las traviesas palomas.
Pero no nos pareció un problema,
sabemos que así sucede con los mandalas.
Se modifican continuamente.
Y su naturaleza es efímera, temporal.
Decidimos humedecer un poco las tizas
para realzar su color
y añadimos detalles aquí y allá.
También llegó Germán,
otro asiduo participante
de estas intervenciones urbanas.
Yo me sumergí un poco en el canto y la maraca.
Había muchas personas en la plaza,
músicos, observadores, bailadores,
un cantante increíble que iba improvisando
para manifestar todo su descontento
de manera natural, contundente y poética.
Mientras tanto Carolina, Pao, Adán y Germán
continuaban sumando intenciones hechas dibujo
al mandala fértil.
Cuando yo volví en la noche,
el mandala estaba ahí todavía,
en medio de muchos otros dibujos en tiza
que la gente había realizado
con motivo de la manifestación pacífica
en contra de la injusticia
y a favor de la democracia.
No hay duda.
LOS MANDALAS SON ORO.
Ella nos retó a organizarnos
con una persona no conocida previamente.
Eso fue difícil, por el contacto físico,
e increíblemente hermoso, por el aprendizaje.
Y bueno, como ya lo dije alguna vez,
explicar uno a uno los movimientos que dirige Nathaly
no tiene sentido alguno, hay que vivirlo.
Síntesis: lo disfrutamos, la pasamos bien,
sacamos todas nuestras rabias y rencores,
dimos más espacio a las buenas vibras,
y pudimos trascender nuestras trabas mentales.
"...Es que yo no soy elástico,
es que yo soy muy tieso..."
Además de los participantes ya mencionados
otros curiosos que iban pasando
se unieron de manera natural
casi sin preguntar,
simplemente basándose en la observación
de nuestros movimientos
y motivados por nuestras palabras,
"...Adelante, cualquiera que quiera
puede hacer parte del mandala..."
Boeri, por iniciativa propia,
había llevado tierra y hojas secas.
Las añadimos al dibujo en tiza.
Nathaly repartió papelitos con unas intenciones fértiles
que ella, Cata y yo habíamos redactado
para así despedirnos y dar por terminada la actividad.
Pero luego,
tras haber almorzado y recargado energías,
volvimos.
Porque Carolina, otra amiga cercana,
y Pao acompañada de su retoño
que lleva por nombre Adán,
tenían la intención de hacer parte del mandala
y no habían alcanzado a llegar.
En el camino de regreso
nos cruzamos con Diego y Javi
otros colegas mandalísticos.
Iban con los tambores a cuestas
para participar de la actividad en la plaza.
Ya no estaba la tierra, tampoco las hojas secas.
No sabemos si fue una escoba
o las traviesas palomas.
Pero no nos pareció un problema,
sabemos que así sucede con los mandalas.
Se modifican continuamente.
Y su naturaleza es efímera, temporal.
Decidimos humedecer un poco las tizas
para realzar su color
y añadimos detalles aquí y allá.
También llegó Germán,
otro asiduo participante
de estas intervenciones urbanas.
Yo me sumergí un poco en el canto y la maraca.
Había muchas personas en la plaza,
músicos, observadores, bailadores,
un cantante increíble que iba improvisando
para manifestar todo su descontento
de manera natural, contundente y poética.
Mientras tanto Carolina, Pao, Adán y Germán
continuaban sumando intenciones hechas dibujo
al mandala fértil.
Cuando yo volví en la noche,
el mandala estaba ahí todavía,
en medio de muchos otros dibujos en tiza
que la gente había realizado
con motivo de la manifestación pacífica
en contra de la injusticia
y a favor de la democracia.
No hay duda.
LOS MANDALAS SON ORO.