MANDALA
UNO:
PARQUE SANTANDER, JUEVES 11 DE JULIO DE 2013
PARQUE SANTANDER, JUEVES 11 DE JULIO DE 2013
La
siguiente narración no es un proyecto propio
de SonOro
Es un
trabajo, que hasta ahora comienza,
autoría
de Silvia Castro Mejía y Paola Puerto Perdomo.
En
alemán jueves significa día del trueno.
Día
hermoso, día fatídico.
Día
de aniversarios,
de
robos y bicicletas perdidas,
de
desplantes y de tristezas.
Día
de encuentros inesperados,
de la
ciudad nocturna vista desde lo alto
repleta
de lucesitas.
Día
de dibujar un mandala, que como un trueno,
desata
su estampido insonoro y profundo,
descarga
su eléctrica esencia casi invisible
llegando
hondo y profundo.
Pao y
yo escogimos el pasado jueves 11 de julio de 2013
para
empezar nuestro ciclo de acciones
MANDALAS
EN LA CIUDAD.
Los
monjes budistas, después de meses de trabajo
construyendo
colectivamente un mandala
con arena de colores
con arena de colores
lo
destruyen, lo desbaratan,
reafirmando
así, entre otras cosas,
el
desapego con lo material.
Conscientes
de estar muy lejos
de prácticas religiosas de tal tipo
de prácticas religiosas de tal tipo
quisimos
que nuestro dibujo también se desvaneciera.
En la
plaza de mercado
justo abajo de la iglesia de Las Nieves
justo abajo de la iglesia de Las Nieves
compramos
bananos, uvas isabelinas, limones, papas criollas,
Luego
nos dirigimos al Parque Santander,
lugar
muy transitado por los habitantes de la ciudad.
Llegamos
y nos sorprendimos al notar
que
había una muestra del FOTO MUSEO, y pensamos,
qué
linda coincidencia, nuestro primer mandala
en
plena sala de exposición urbana.
Desde
que a Pao se le ocurrió
utilizar
alimentos para que los transeúntes lo consumieran
a mi
mente llegó el artista Félix González-Torres,
un
cubano del cual pude apreciar parte de su obra
hace
un buen tiempo ya, en La Casa de la Moneda.
En una
de las salas el piso estaba repleto de dulces,
Choco
Breaks si la memoria no me falla.
Y
aunque recuerdo con dulzura esta obra en particular
el
resto de las propuestas expuestas
en tan tranquilo espacio
en tan tranquilo espacio
también
tenían ese carácter efímero de la desaparición.
Hacia
el mediodía, ya terminado el mandala,
nuestras
sonrisas no podían ser más amplias.
Nos
despedimos de él, y yo no supe más de él,
no sé
si Pao volvió a pasar por allí.
Abandonamos
su transformación al destino,
al
azar, a las circunstancias,
y yo
pensaba para mí,
que
lindo gesto de desapego.
Lejos
estaba de sospechar que horas después
la
vida se encargaría de hacer más reales mis palabras.
LOS
MANDALAS SON ORO.
La mjeor de las suerte con este proyecto que yo llamaría de mandalas vivas en lo urbano. Un abrazo. carlos
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